Una tarde cualquiera

Buscaba el lugar perfecto para sentarse y descansar. La caminata había durado ya bastante. Una mesa redonda junto al bar del Aljibe la sedujo y decidió tomar el descanso. Antes que llegara el mozo, un joven se le acercó a pedirle una moneda. Lo esquivo para respetarse un instante en su necesidad de sosiego. El joven insistió y entonces le dio una moneda que fue agradecida. Siguió con la vista el camino del muchacho que se dirigió a otra mesa, el mismo gesto, la misma necesidad. Al acercarse el mozo le pidió un café y como el café era su adicción, agregó que fuera con un poco de crema. Su pensamiento cobró ligereza al ver que unos señores se sentaban mientras seguían conversando con viva voz en la mesa lindante a la suya. La sorpresa fue que la reconociera uno de ellos. Era el hermano de una vieja amiga del secundario. Seductor y confiado la invitó a integrar la mesa. No pudo justificar su necesidad de estar tranquila, queriendo pensar en nada. Además el caballero no le despertó más que un tenue escozor con su rosada insistencia. Al descartar con una simple sonrisa vio que el mozo estaba todavía en recorrida laberíntica asistiendo otras mesas. Decidió suspender el café pero no dio con un gesto así que caminó un trecho confuso hasta tratar de interceptar la mirada del mozo, cosa que al final no logró. Notó que reinaba música no clara en el ambiente.

Así fue como no retomó su descanso hasta llegar a su casa.

La tarde estaba cerrándose.

Una gran amiga llamó invitándola a tomar algo y quedaron en encontrarse para cenar augurando una noche entretenida. En ese momento lo que necesitaba era una ducha, caliente y envolvente ducha, por el cabello, por la cara, por el cuerpo. Un sentimiento raro hizo que llorara. Leve y pasajero quiebre que se mezcló con el reconfortante vapor.

(la foto es mia y la llamé "fuego y sombra")