Hace rato que salí a caminar por medio de la ciudad. Una noche fresca me deja llevar un sobretodo, cuello levantado y un cigarrillo de compañia. Las luces disparan. El aire fresco en el rostro me recuerda el invierno que ya pasó. Todo fluye en una mecánica armonía. El ruido del tránsito es discreto, constante, monótono. Hoy es amigable. Mi ciudad, la ciudad de Buenos Aires. Nací aquí. Calles y avenidas vistas, caminadas. Nada puede borrar estas improntas. Ahora vivo a la ciudad en su tono melancólico, rodeada de sombras iluminadas... mucha nostalgia, sus calles adoquinadas desembocando en avenidas aceleradas. El siniestro pasado, y el peleado presente. Siempre mi ciudad es transparente, no muestra lo que no tiene, brutal en sus silencios, sin denuncias, caminarla convoca bravura, guapeza, temores. Intranquila, luminosa en sus sombras. Caminé por los docks de Puerto Madero, una creación maravillosa. Mirar las luces de la city desde Puerto Madero de noche es una imagen emocionante, las embarcaciones varadas en las dársenas, música electrónica desde "la Chueca", y la modernisima arquitectura a pleno, luces desde los edificios espejados... caminar un poco más y la avenida Corrientes, con sus bares y escaparates, pizzerias y cartoneros deambulando. Me viene la imagen de Blade Runner al comienzo. La gente agolpada consumiendo. La muchachada con su magia, sentados en la escalinata del San Martín, artistas, atrevidos, transgresores, como tiene que ser, como siempre fue. Nada nuevo, en toda esta novedad. Los depresivos comentarios de alguno en la ciudad del tango, "en mi época, en mis tiempos, antes..." lamentos de un estilo que adora la agonía como un ritual fúnebre. Leo a Roberto Arlt. Un porteño del 1900, un boxeador de la palabra. Tango, noche, alcohol, putas, cocaina, risas, soledad y muerte...
A la vuelta el tango es glamour, sofisticación y elegancia. El turista lo disfruta, a muchos les encanta. A mi no me gustó nunca el tango... mi amor los viste...
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