La Strada - Federico Fellini (1954) -


Hacía muchos años que la había visto por última vez. Fellini y su afinidad por el circo, la comedia humana, la soledad y el sin sentido patético. Un mundo como un circo, espectáculo nómade. Las cosas simples, de gente sin legajos ni atributos, sólo el espectáculo y la ensoñación. El acto sobrehumano convoca a las miradas curiosas y deseosas de ilusiones. Un gitano Zampanó (Anthony Quinn) compra por 10.000 liras a Gelsomina (Giulietta Masina) la hija de una pobre campesina, que compensaba dramaticamente la comedia de ser madre para sacar provecho personales. Una hija entonces, sin marcas afectivas, imagen elocuente del desamparo, deseosa de algo que la cobije y le de sentido propio. Pero la estrechez y la prepotencia narcisista no tolera afinidades ni una vida en códigos de afecto y empatía. De pronto aparece un bufón (Richard Basehart), otro trotamundo simbolizando la sapiencia y la alegría del vivir y Gelsomina es reconocida, valorada, sentida. Esto atormenta y llena de celos a Zampanó. El destino hizo que el bufón disparara su propia sentencia siendo muerto por los puños de la oscuridad y los celos. Allí se produce el suicidio de la propia existencia. Gelsomina pierde día a día su conexión y se sumerge en la locura. La condena y el desamor retornan como un bumeran para Zampanó y al final, ni el mar ni la amplitud de un cielo estrellado permiten el desahogo de quien odió y eliminó toda esperanza haciendo de su vida un camino de prepotente desprecio, ilusiones y vacío.

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