Encuentro con la sombra

En un campo chico, cerca del arroyo entornado, se encuentra la sombra sin dueño. De vez en cuando alguien la ve aferrada al suelo, salpicada en los arboles, fundiendo a los elementos. Cuando alguien se acerca al lugar, que no excede la dimensión de un frondoso monte arbolado, dicen que queda asombrado por su juego tenaz. Estar en todas las formas, en todas las especies vegetales y animales, en el charco y hasta algunos dicen haberla visto sobre el arroyo. Todos piensan que no es posible. Pero en un instante de clamor interior, en un especie de vértigo ligado con el azar, me sumé a la exploración en una mañana de invierno. El clima invernal, el pasto mojado, me fue mostrando un juego de frío impuesto. No me importaba, estaba bien calzado, unas botas de cuero, listas para pisar incluso charcos. Una pareja de teros sonaron, estridentes, sonidos que tajean el silencio. Allí, al final estaba el monte, lo vi venir, un bosquecito de dos hectáreas, con muchos eucaliptus, algunos álamos plateados, gran número de pinos, etc.. Entrar es una fantasía. Se cobra otro clima, el ruido de las hojas con el viento, los rayos punsantes del sol que se cuela, el piso con mucha madera, yuyos verdes, por todos lados, troncos caidos, pudriéndose, hongos de las maderas, hongos en el suelo, pájaros por doquier, anidando, un sonido, el espacio, los niños de Dios.

Caminar por dentro de los bosques... transitar en sus caminos, atreverme a lo nuevo, unirme con la sombra del fuego.

(pintura "white tree trunks" Emil Nolde)