La mujer sin cabeza


La película es dirigida por Lucrecia Martel. Es un transcurrir de situaciones donde lo único relevante es el vivenciar intimo de la persona. Una señora, odontóloga, vive un estallido al llevarse por delante un perro mientras iba manejando. Lo anecdótico cobra tenor de marca, de signo. A partir de ese momento toda el desarrollo de la película lleva esa clave particular, donde el azar o el sentido común queda corrido como explicación. La trama de una interioridad hermética en los vínculos muestra que hasta en lo cotidiano o incluso en lo rutinario o monótono de toda circunstancias hay signos y señales que desmenuzan los significados. Jugando entre la locura y la realidad, ambas posibilidades quedan desplazadas por una conciencia que se abruma con lo real. Me gustó mucho la película, no tiene dramas, ni una historia argumentable, ni siquiera hay un guión en lo manifiesto y eso me parece que logra un efecto tan extraño que emociona en la sutileza, en la fragilidad de la percepción y de la conciencia. El sentido común es relativizado sin drama pero con cierto límite entre el desborde y las permanentes coincidencias. En determinado momento el realismo asusta, como inesperado. Los diversos aconteceres de cada personaje no se ponen de acuerdo en un sentido y sin embargo funciona una trama común a todos. Lo social es vivenciado como extrañamente duro, distante del mundo intimo de cada uno. Medio esquizo, medio común, medio nada. Las experiencias que van repitiéndose tienen que ver con la sorpresa, los hallazgos que no se entienden y sin embargo se anuncian como reveladores, y las preguntas por lo que no se dice pero se muestra diseñando todo destino. No es una película para disfrutar en familia, ni para masticar ningún pochoclo azucarado. En definitiva diría que es altamente recomendable sin apuros.

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